A la
ciudad y al mundo.
Año con
año acostumbro escribir un mensaje de navidad y año nuevo dirigido especialmente a ti,
lector incansable que paseas tu mente por el mundo cibernético, con el motivo
de la Navidad... Sí, este tiempo en el que la mayoría de las familias se reúnen
a pasar el tiempo juntos, a cenar copiosamente y a hablar de lo que cada quién
ha hecho con su vida; las metas alcanzadas, las desgracias ocurridas, el lapso
para recordar a quienes nos dejaron en el transcurso de los meses, etcétera,
etcétera. La navidad, una temporada mágica que hace del irreal mundo en el que
vivo un lugar más habitable.
Al margen
de un sello del Escudo Imperial está el diálogo entre un sabio y su aprendiz. El
aprendiz llega terriblemente acongojado, sumido en la más honda soledad y
tristeza, y se presenta con su maestro con la intención de dimitir a sus
estudios porque no es feliz con su vida..., sin embargo, al último minuto de su
estancia con el maestro se le viene una pregunta a la cabeza y decide
aventurarse a plantearla.
—Maestro —preguntó
el aprendiz—, ¿cómo puedo llegar a estar feliz?
El maestro
cerró los ojos al tiempo que llenaba de oxigeno sus pulmones y su alma. Al cabo
de un rato decidió hablar.
—Mi alumno
—dijo el sabio—, puedes llegar a estar feliz siendo feliz.
Confundido,
extrañado y no conforme con la respuesta, el aprendiz porfió la pregunta de
otro modo.
—Maestro —inició—,
¿cómo puedo dejar de estar triste?
—Siendo
feliz —contestó el sabio.
— ¿Cómo
quiere que sea feliz? —insistió el joven estudiante.
—Siendo
feliz —reiteró una vez más el maestro quien a continuación se retiró de la
presencia de su alumno, dejando que este meditara en su respuesta. «Siendo
feliz...»
Lo
anterior quizá suena como una parábola bíblica o algo por el estilo, sin
embargo, no lo es; probablemente ya existe, planteada de otra forma, pero esta
versión fue engendrada en la mente de quien escribe ahora, en este preciso
instante. Pero vamos, eso no es lo importante ahora... La intención que entraña
el texto anterior es hacer ver a las personas que nadie ni nada posee la
respuesta para nuestra carencia —si así se quiere llamar— de felicidad. Los
únicos gobernantes en nuestro estado de ánimo somos a final de cuentas,
nosotros mismos.
En el
camino, claro está, por el que andamos en la búsqueda de esa felicidad nos
encontramos con aceleradores del fenómeno anímico. Puedo confesar que, gracias
a Dios, este año tuve la oportunidad de conocer (y de ahondar en la vida de
quienes yo creía conocer) a muchas personas. Sí, he dicho «Muchas Personas»;
entre ellas están las «Buenas» y las «Malas», porque en estos caminos nos
encontramos de todo. Por ejemplo, están las personas que te ayudaron, que te
procuraron y que siempre, aunque sea por un instante de segundo, se acuerdan de
ti día a día. En contraparte, están aquellas personas que nunca vieron en ti lo
que realmente eras, una persona que valía la pena conocer y comprender. Son dos
grupos genéricos en donde caben personas por millares; final y al cabo, de
todas ellas aprendimos, por ejemplo, a ser pacientes o a tener precaución.
Logré,
claro que logré: Enfermería terminada, un libro acabado, mi admisión en la
universidad, mi primera novia, mi primer viaje psicodélico con fármacos, mi
primer caso clínico resuelto por mí mismo, mi primer enemigo mortal, conocí a
Eve Gil, a Judith Castañeda y a Alan Saint Martin (Por si se lo preguntan,
todos escritores), mi “resurrección”, etcétera, etcétera (Bla, bla, bla).
Leí,
mucho, más que en cualquier otro año y la lista de libros sería inmensa, y ese
no es el propósito de esta entrada sino el de hacer constar que este jovenzuelo
acabó otro año y espera comerse entero al que viene, obviamente, disfrutándolo,
sufriéndolo y quizás, llorándolo, pero siempre, SIEMPRE, saliendo adelante y
teniendo en cuenta que su vida se guía por aquella frase que adaptó de una
composición de Gustav Mahler:
«Frei
Zu Leben»
«Libre
de Vivir»
Por
último, quiero desearle a todas las personas que hicieron de mi dos mil once un
año terriblemente emocionante: Feliz Navidad. Sepan, pues, que la vida es el
regalo más grande que Dios nos ha dado; lo demás..., es sólo consumismo y
manipulación de mercado.
Qué es la
vida sino toda acción que precede al cese irreversible de las constantes
vitales.
Ha tenido
que morir una persona para que yo lograse comprender la frase anterior. La vida
es todo lo que precede el cese irreversible de las constantes vitales. Pueden
ser días, meses o años; décadas o hasta un poco más de cien años, eso todos lo
sabemos pero... ¿de verdad somos consientes de nuestra existencia relativa?,
¿de verdad comprendemos en vida que al final del día, el negro del anochecer
será el mismo para todos? Dejemos de preocuparnos entonces y en lugar de eso ocupémonos.
Mi corazón
y mis rezos hacia ustedes.
Salud y
Prosperidad.
J.B.H.
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