miércoles, 14 de diciembre de 2011

Doppler - Reseña del libro "Aire Negro" de Judith Castañeda Sauri


La ceguera es la oscuridad, no hay luz, no hay brillo. Sin luz ni brillo no pueden existir las imágenes, y a falta de imágenes, es necesario un bastón sensible a las vibraciones del aire negro.
Nos arrulla el viento mientras se aleja, meciendo las hojas de los árboles en el parque. Una quietud pasmosa se entromete en el corazón sin que nada ni nadie pueda hacer algo para evitarlo; es, como la sensación plena que uno alcanza cuando saborea un dulce plato de duraznos en almíbar o un manjar de miel recién cosechada. El pulso lento, amortiguado; un retumbo sosegado en lo más profundo del tórax... Y entonces cerramos el libro titulado “Aire Negro”, de la escritora Judith Castañeda Sauri, quien ha sabido, con una deliciosa prosa, acelerarnos el pulso y llevarnos al límite de la adrenalina para después hundirnos en unas escenas al puro estilo del romanticismo tardío. 
Judith Castañeda Sauri (1975), Técnica Química Industrial laboró en la industria del acabado textil por nueve años hasta que un cartel de la SOGEM de talleres de cuento se atravesó en su camino. Habiendo leído a Edgar Allan Poe y a Oscar Wilde se preguntó ella misma si sería capaz de escribir algo así, y entonces, de la mano de su maestro, Alejandro Meneses  —quien ocupa un lugar muy especial dentro del corazón de la cuentista—, dio el primer paso en lo que sería una trayectoria literaria apartada del academicismo, mas no de la extraordinaria calidad que hace de ella una escritora como muy pocas.
Aire Negro es un libro de once cuentos que nos presenta a dos personajes retomados, a manera de homenaje, del libro de Alejandro Meneses “Ángela y los Ciegos” (Ediciones Cal y Arena, 2000). Ángela, mujer de todas las edades de la vida, rubia y hermosa que se deleita cerrando los ojos para contemplar mejor aquel mundo que le rodea. Ella, causa de los desvelos de su primo, quien al ingresar en un internado separado de la cotidianidad acude en busca de los recuerdos fotográficos de las quimeras, de lo que sería su amada en un momento incierto; otras veces, la buscaría, tal vez en el parque, o en la playa desierta, o en la cantinas cercanas a su casa. La busca el primo sin encontrarla por ninguna parte. Ambos huérfanos de padre, cada uno, superando la pérdida de una forma distinta; ella, quizás, bajo su personalidad férrea e indócil, y él, sobre su carácter amoroso, obsesivo y enormemente necesitado, y al mismo tiempo, apartado de los demás, solitario.
«—Déjame ser tu ciego—, terminé por pedirle a Ángela.
»Estábamos junto a los macetones alguna vez llenos de rosas. Ella sonrió, me cubrió los ojos. “Ven, mira”, guió mi mano y mis pies, casi tropiezo en el camino de baldosas, último recuerdo de papá...»
«Desde que le pedí que me enseñara a ver con los ojos cerrados. Anda, quiero jugar contigo, como cuando nos escondíamos en el taller, le rogué  muchas veces en el jardín y la cena. Escribí notas en sus libretas... Y la alcancé junto a los macetones..., le pedí que me dejara ser su ciego»
«La estoy engañando. No aprenderé a localizar bastones gracias a los cambios en las corrientes de aire. Me interesa sentir su mano llevando la mía, tropezar y sostenerme de sus hombros, equivocar el rumbo para terminar a centímetros de su pecho».  (1)
Amor; el amor reinventado de Judith Castañeda Sauri. Ese amor trágico: sin clímax ni resolución ni sentido. Sentimiento perfecto, redondo como los cuentos que no tienen ni principio ni fin; estructura revivida de los tiempos de James Joyce. Ese amor y esa estructura hacen de “Aire Negro” un libro como ningún otro. 


1. Castañeda Sauri, Judith, Aire Negro, México, UACM, 2007, 84 pp. (Narrativa) [Ganador del Tercer Premio Nacional de Narradores Jóvenes UACM 2007 Maria Luisa Puga, en el género de cuento, por el suguiente jurado: Pablo Boullosa, Hernán Lara Zavala y Esther Seligson. 

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