jueves, 29 de diciembre de 2011

Mensaje de Año Nuevo


A la ciudad y al mundo.

Año con año acostumbro escribir un mensaje de navidad y año nuevo dirigido especialmente a ti, lector incansable que paseas tu mente por el mundo cibernético, con el motivo de la Navidad... Sí, este tiempo en el que la mayoría de las familias se reúnen a pasar el tiempo juntos, a cenar copiosamente y a hablar de lo que cada quién ha hecho con su vida; las metas alcanzadas, las desgracias ocurridas, el lapso para recordar a quienes nos dejaron en el transcurso de los meses, etcétera, etcétera. La navidad, una temporada mágica que hace del irreal mundo en el que vivo un lugar más habitable. 

Al margen de un sello del Escudo Imperial está el diálogo entre un sabio y su aprendiz. El aprendiz llega terriblemente acongojado, sumido en la más honda soledad y tristeza, y se presenta con su maestro con la intención de dimitir a sus estudios porque no es feliz con su vida..., sin embargo, al último minuto de su estancia con el maestro se le viene una pregunta a la cabeza y decide aventurarse a plantearla.
—Maestro —preguntó el aprendiz—, ¿cómo puedo llegar a estar feliz?
El maestro cerró los ojos al tiempo que llenaba de oxigeno sus pulmones y su alma. Al cabo de un rato decidió hablar.
—Mi alumno —dijo el sabio—, puedes llegar a estar feliz siendo feliz.
Confundido, extrañado y no conforme con la respuesta, el aprendiz porfió la pregunta de otro modo.
—Maestro —inició—, ¿cómo puedo dejar de estar triste?
—Siendo feliz —contestó el sabio.
— ¿Cómo quiere que sea feliz? —insistió el joven estudiante.
—Siendo feliz —reiteró una vez más el maestro quien a continuación se retiró de la presencia de su alumno, dejando que este meditara en su respuesta. «Siendo feliz...»

Lo anterior quizá suena como una parábola bíblica o algo por el estilo, sin embargo, no lo es; probablemente ya existe, planteada de otra forma, pero esta versión fue engendrada en la mente de quien escribe ahora, en este preciso instante. Pero vamos, eso no es lo importante ahora... La intención que entraña el texto anterior es hacer ver a las personas que nadie ni nada posee la respuesta para nuestra carencia —si así se quiere llamar— de felicidad. Los únicos gobernantes en nuestro estado de ánimo somos a final de cuentas, nosotros mismos.
En el camino, claro está, por el que andamos en la búsqueda de esa felicidad nos encontramos con aceleradores del fenómeno anímico. Puedo confesar que, gracias a Dios, este año tuve la oportunidad de conocer (y de ahondar en la vida de quienes yo creía conocer) a muchas personas. Sí, he dicho «Muchas Personas»; entre ellas están las «Buenas» y las «Malas», porque en estos caminos nos encontramos de todo. Por ejemplo, están las personas que te ayudaron, que te procuraron y que siempre, aunque sea por un instante de segundo, se acuerdan de ti día a día. En contraparte, están aquellas personas que nunca vieron en ti lo que realmente eras, una persona que valía la pena conocer y comprender. Son dos grupos genéricos en donde caben personas por millares; final y al cabo, de todas ellas aprendimos, por ejemplo, a ser pacientes o a tener precaución.
Logré, claro que logré: Enfermería terminada, un libro acabado, mi admisión en la universidad, mi primera novia, mi primer viaje psicodélico con fármacos, mi primer caso clínico resuelto por mí mismo, mi primer enemigo mortal, conocí a Eve Gil, a Judith Castañeda y a Alan Saint Martin (Por si se lo preguntan, todos escritores), mi “resurrección”, etcétera, etcétera (Bla, bla, bla).
Leí, mucho, más que en cualquier otro año y la lista de libros sería inmensa, y ese no es el propósito de esta entrada sino el de hacer constar que este jovenzuelo acabó otro año y espera comerse entero al que viene, obviamente, disfrutándolo, sufriéndolo y quizás, llorándolo, pero siempre, SIEMPRE, saliendo adelante y teniendo en cuenta que su vida se guía por aquella frase que adaptó de una composición de Gustav Mahler:
«Frei Zu Leben»
«Libre de Vivir»
Por último, quiero desearle a todas las personas que hicieron de mi dos mil once un año terriblemente emocionante: Feliz Navidad. Sepan, pues, que la vida es el regalo más grande que Dios nos ha dado; lo demás..., es sólo consumismo y manipulación de mercado.

Qué es la vida sino toda acción que precede al cese irreversible de las constantes vitales.
Ha tenido que morir una persona para que yo lograse comprender la frase anterior. La vida es todo lo que precede el cese irreversible de las constantes vitales. Pueden ser días, meses o años; décadas o hasta un poco más de cien años, eso todos lo sabemos pero... ¿de verdad somos consientes de nuestra existencia relativa?, ¿de verdad comprendemos en vida que al final del día, el negro del anochecer será el mismo para todos? Dejemos de preocuparnos entonces y en lugar de eso ocupémonos.

Mi corazón y mis rezos hacia ustedes.
Salud y Prosperidad.

 J.B.H.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Doppler - Reseña del libro "Aire Negro" de Judith Castañeda Sauri


La ceguera es la oscuridad, no hay luz, no hay brillo. Sin luz ni brillo no pueden existir las imágenes, y a falta de imágenes, es necesario un bastón sensible a las vibraciones del aire negro.
Nos arrulla el viento mientras se aleja, meciendo las hojas de los árboles en el parque. Una quietud pasmosa se entromete en el corazón sin que nada ni nadie pueda hacer algo para evitarlo; es, como la sensación plena que uno alcanza cuando saborea un dulce plato de duraznos en almíbar o un manjar de miel recién cosechada. El pulso lento, amortiguado; un retumbo sosegado en lo más profundo del tórax... Y entonces cerramos el libro titulado “Aire Negro”, de la escritora Judith Castañeda Sauri, quien ha sabido, con una deliciosa prosa, acelerarnos el pulso y llevarnos al límite de la adrenalina para después hundirnos en unas escenas al puro estilo del romanticismo tardío. 
Judith Castañeda Sauri (1975), Técnica Química Industrial laboró en la industria del acabado textil por nueve años hasta que un cartel de la SOGEM de talleres de cuento se atravesó en su camino. Habiendo leído a Edgar Allan Poe y a Oscar Wilde se preguntó ella misma si sería capaz de escribir algo así, y entonces, de la mano de su maestro, Alejandro Meneses  —quien ocupa un lugar muy especial dentro del corazón de la cuentista—, dio el primer paso en lo que sería una trayectoria literaria apartada del academicismo, mas no de la extraordinaria calidad que hace de ella una escritora como muy pocas.
Aire Negro es un libro de once cuentos que nos presenta a dos personajes retomados, a manera de homenaje, del libro de Alejandro Meneses “Ángela y los Ciegos” (Ediciones Cal y Arena, 2000). Ángela, mujer de todas las edades de la vida, rubia y hermosa que se deleita cerrando los ojos para contemplar mejor aquel mundo que le rodea. Ella, causa de los desvelos de su primo, quien al ingresar en un internado separado de la cotidianidad acude en busca de los recuerdos fotográficos de las quimeras, de lo que sería su amada en un momento incierto; otras veces, la buscaría, tal vez en el parque, o en la playa desierta, o en la cantinas cercanas a su casa. La busca el primo sin encontrarla por ninguna parte. Ambos huérfanos de padre, cada uno, superando la pérdida de una forma distinta; ella, quizás, bajo su personalidad férrea e indócil, y él, sobre su carácter amoroso, obsesivo y enormemente necesitado, y al mismo tiempo, apartado de los demás, solitario.
«—Déjame ser tu ciego—, terminé por pedirle a Ángela.
»Estábamos junto a los macetones alguna vez llenos de rosas. Ella sonrió, me cubrió los ojos. “Ven, mira”, guió mi mano y mis pies, casi tropiezo en el camino de baldosas, último recuerdo de papá...»
«Desde que le pedí que me enseñara a ver con los ojos cerrados. Anda, quiero jugar contigo, como cuando nos escondíamos en el taller, le rogué  muchas veces en el jardín y la cena. Escribí notas en sus libretas... Y la alcancé junto a los macetones..., le pedí que me dejara ser su ciego»
«La estoy engañando. No aprenderé a localizar bastones gracias a los cambios en las corrientes de aire. Me interesa sentir su mano llevando la mía, tropezar y sostenerme de sus hombros, equivocar el rumbo para terminar a centímetros de su pecho».  (1)
Amor; el amor reinventado de Judith Castañeda Sauri. Ese amor trágico: sin clímax ni resolución ni sentido. Sentimiento perfecto, redondo como los cuentos que no tienen ni principio ni fin; estructura revivida de los tiempos de James Joyce. Ese amor y esa estructura hacen de “Aire Negro” un libro como ningún otro. 


1. Castañeda Sauri, Judith, Aire Negro, México, UACM, 2007, 84 pp. (Narrativa) [Ganador del Tercer Premio Nacional de Narradores Jóvenes UACM 2007 Maria Luisa Puga, en el género de cuento, por el suguiente jurado: Pablo Boullosa, Hernán Lara Zavala y Esther Seligson. 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Freund!


El calor de sus brazos delgados,
el aroma dulce de la paz delirante. 
Paz, protección, ínfula dorada, vino destilado,
vida que palpita, sosegada bajo aquella
                                   mirada suya. 

Ojos claros traídos del fondo marino,
corazón claro de grandes candores,
aquí habita la miel del humano,
entre el yugo de la sed nonata;
seno materno entre el uno y el otro. 

Abrazo; nariz con codo,
palmas y espalda, 
tatuaje
que no se borra,
tinta indeleble 
de lo que fue investido 
con una divina capa de oro
                                   refulgente. 

Estatura, órganos de vida, 
sed que mana de ventrículos
inundados de sangre ardiente. 
Palpitaciones que curan la muerte,
indestructibles, los muros,
inexpugnable su piel cereza,
blanca nieve de tez pálida. 
Morada de dos esencias
que se compaginan entre
                                   el destino. 

Inseparable la memoria
del dolor, 
del abrazo tuyo, 
de tu aroma, 
amigo. 

Tu regazo hallado en el fondo
de una caverna de olvido,
un suspiro apaciguado 
de lágrimas contenidas. 
Sangre,
una esmeralda chorrea 
al suelo
                                   y
                                   desaparece. 

Calor del vientre, de tórax
de tu cuerpo de dulce aroma. 
Textura de la tela que cubre
tu desnudez impoluta roza
mis labios, mejillas, miocardio. 

No hay palabras, sólo consuelo. 
Sólo consuelo, sin palabras. 

Existe un vino añejo en la tierra, 
tan añejo como la tierra misma. 
Dulce aroma, picor de fruta, 
alimento extravagante, tropical, 
                                   delicioso. 

Brazos que respiran
y dejan respirar
el yugo
de tu vida, 
de tu corazón, 
de ti, 
mi amigo. 

De mi amigo
y su abrazo
                                   sempiterno.