En dos mil cuatro, el escritor inglés Mark Haddon llegó con una obra que revolucionaría para siempre las publicaciones que trataran sobre autismo. “El Curioso Incidente del Perro a Medianoche” (Salamandra, 2004) se convirtió rápidamente en el espejo que reflejaría la situación que viven cientos de niños alrededor del mundo; un filtro por el cual los humanos lograríamos ver un poquito más de cerca aquel mundo lleno de lógica y rectitud. Por ello se le concedió el Premio de la Commonwealth al Mejor Libro.
Unos años después, acá en occidente, la escritora sonorense Eve Gil dio un electrochoque al género mangako con el que le devolvió nueva vida, este choque eléctrico (queriendo o sin querer) también contuvo rasgos autistas. “Sho Shan y la Dama Oscura” (Suma de letras, 2009) fue una obra apreciada por los lectores y hoy día, aún no deja de causar vibraciones emotivas en cada uno de los nuevos seguidores que alcanza.
Este dos mil once llegó un nuevo libro como muchos otros, y, como muchos otros, causo revuelo entre los ávidos lectores que devoraron sus páginas. Pero hay algo que hace un tanto especial a esta obra de las demás, y esto es:
…El mar…
…la playa de arena blanca…
De esta forma, Sabina Berman en su novela “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo” (Planeta, 2010) inicia el relato de doscientas ochenta y cuatro páginas que se irían como una sola…
Entonces, en el recuento estaba Haddon con Christopher John Francis Boone, el chico que conoce las capitales de todos los países del mundo, la teoría de la relatividad y puede recitar los números primos hasta el 7,507. Luego Eve con Lulú, la niña de preescolar que es acusada de haber asesinado a su mejor amigo, Toto. Y ahora Berman con Karen, la zootecnista que nace gritando a todo pulmón, completamente formada, pelona; con todo y calcetas y huaraches puestos. Todos estos caracteres son, de alguna u otra forma, autistas. Mark no lo dice, Gil lo menciona furtivamente como AS (Asperger’s Syndrome) y Sabina lo grita: Autista.
Ya está, el punto al cuál quería llegar, la etiqueta que propuso Leo Kanner hace muchos años y que luego Hans Asperger le dio un subtipo, algo así como un hijo: El síndrome de Asperger. Esta condición autista (encerrado en uno mismo) sugiere sutiles cambios entre un caso y otro caso, y sin embargo, el mismo espectro se manifiesta así: relación interpersonal deteriorada, puntos extremos de conducta y de actitudes (y aptitudes, obviamente) y una genialidad imparable.
Karen es así como es Karen.
Karen es así como es Yo. Porque para Karen, Karen es Yo…
Berman supo en qué medida dosificar el autismo en las palabras. Como ya he mencionado, las doscientas y tantas páginas escurren por la vista como si fueran un solo folio y a través de estas -¿o de esta?- vamos mirando a través de unos ojos tan puros como la luz de un bosque sano, al ambiente estéril (y no me refiero a lo limpio sino a lo infructuoso) contrapuesto a esta clareada bondad. Y así llegamos a conocer a una chica que se ha convertido en la tácita heredera de una industria atunera y de un caserón antiguo, y que de alguna forma, ataviada en su traje de neopreno, nos logra llevar hasta los litorales de Mazatlán e incluso, sin ahogarnos, nos sumerge en las aguas azules del pacífico mientras la pesca se lleva a cabo desde arriba; bajo la tradición ancestral de pescar atunes con arpones delgados. Karen se adentra en su cápsula semipermeable llamada “autismo” separándose así del mundo al que no pertenece y que sin embargo, ha sido destinada a vivir, a pensar y a existir; esto, en el orden que ella quiere: existir… luego pensar. Llenar los pulmones de aroma de limón y comer lenguas de atún caro en medio del océano… ¿Por qué entonces pensar si se puede existir antes? ¿Quiénes son los autistas? ¿Los de éste lado o los del otro? Y mientras, la pesca sucede y el mar se ha teñido de rojo sangre.
Una faceta activista a favor del medio ambiente es llevada a lo largo de la trama. Karen se va a estudiar a “otro país.” Estudiará Zootecnia sin saber porqué; bajo órdenes de la tía tutora.
La niña greñuda, Yo, aquella mugrosita que tiene la marca del salvajismo humano cruzando su espalda, surcándola en diagonal de un lado al otro, ella se convertiría en una activista ecológica para salvaguardar los atunes azules y luego, será reconocida en los pódiums más altos y honorables. Increíble pero antes de nacer, su madre le ha hundido en las bajezas del animalismo y como castigo cayó en la putrefacción del olvido donde se quedaría para siempre. Murió una vez y luego otra vez, luego para siempre. Entonces Karen ha nacido, su tía le ha dicho “Yo” y ella “Yo”, luego “Tu”; después millares de papelitos de colores bañaron el universo y en seguida universitaria. Una adolescente que nunca dejó de ser Yo; ella misma dentro de Karen. Al final: dentro del corazón del mundo.
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