martes, 5 de junio de 2012

"Life it seems will fade away, drifting further everyday".



Ya me había ocurrido esto antes. Y de hecho, compuse unos cuantos versos para rememorar ese día... Ese día en que renuncié a la ayuda de la sanidad mental. Ya ni recuerdo porqué me había socavado el alma. Vivía un periodo difícil, creo que sí. ¿Quién no vive periodos difíciles? El punto es que, como ahora, sentía que, día a día, minuto a minuto, la sensación de desolación iba cubriendo la totalidad de mi pensamiento. Me costaba mirar las cosas, me sentía apartado de la realidad, incluso creía ser otra persona. Traté, en vano, de explicarme lo que sucedía conmigo, pero nada, ni siquiera una mal lograda terapia, lograron evitar que colapsara: que una crisis de ansiedad se hiciera presente cuando yo visitaba el pasillo más recóndito de los sanitarios escolares. Sensación horrorosa aquella. Sentía que moría, o que convulsionaba, o que mi mente se derretía como una cera prendida de más. Aminoró aquel paroxístico choque, y, pronto ya me hallaba en paz, con las lágrimas exorcizadas y la cabeza limpia. El convulsivo océano que se agitaba en mi cerebro había hallado al fin un cauce para salir. Pero la sensación de ser tocado por la fría manaza de la muerte no lo valía. Ahora creo que hay otras formas de vaciar aquel tornado interior y regresar a un estado de paz interior. Quiero conocerlas...
La escritura me ha ayudado a sobrellevar esta presión externa que proviene de un lugar, para mí, ignoto. Estoy sano, no me he enfermado ni siquiera de gripe. Tan sólo he tenido bajadas de presión arterial, pero eso se lo adjudico al miedo que me inspiró ver una reparación de hernia inguinal, misma a la que seré intervenido en unas cuantas semanas. Quizá, esto último es la causa de este estrés que me amarra los huesos. Según mi conciencia, yo no le temo a la muerte; más bien, temo el sufrimiento del medio morir: a quedar en un estado tal que provoque, a los que me rodean, un sentimiento de culpa, lástima, o algo por el estilo.  
Podría pensarse que me estresa la escuela. No, no lo hace. La escuela es, de hecho, un sitio en donde puedo hallar camino para airearme la cabeza, divagar en mi soledad, y aprender lo nuevo. Descubrir... Ha terminado el semestre. He obtenido buenas notas, otra vez, haciendo apenas un esfuerzo. La escuela se me da, es fácil. Consiste en tomarle las medidas, y jugar, cada vez que es requerido, con ellas para obtener un resultado satisfactorio. “Todo está planeado. Todo es estrategia”.
Para distraerme en estas vacaciones tengo un bonche de libros por leer: La señora Dalloway, de Virginia Woolf; Fuga en Mi Menor, de Sandra Lorenzano; Obra Poética, de Fernando Pessoa; De Profundis, de Oscar Wilde; Alteza Real, Tonio Kroger, y Hombre y Perro, de Thomas Mann; Entre dos Aguas, de Rosa Ribas; etcétera. Además, mañana iré con Tenshi a Chapultepec, y daremos una vuelta por los parques. Creo que también me hará bien salir con relativos.
A manera muy aspergiana, no tengo nada más que decir. 

Me voy a Júpiter. 
Adiós.
José.

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