lunes, 23 de enero de 2012

En tiempos turbulentos, la magia es la única respuesta.


"Nunca despiertes a un dragón dormido"
Ya estaba “entrado en años” o “algo grandecito” cuando leí por primera vez un libro de Harry Potter. Cursaba, por entonces, el segundo año del bachillerato junto con mi amiga Luz, quien mucho antes que yo, ya había conocido al chico de la cicatriz con forma de rayo en la frente y a sus dos amigos (Ron y Hermione), los cuales, curiosamente, al igual que nosotros dos, se la pasaban discutiendo “inocentemente”. 
En una de estas discusiones salió a flote el tema de los libros de Harry Potter. Dos segundos de charla y yo ya mostraba mi más reverendo y solemne escepticismo ante la franquicia, no solo de libros, sino de películas y farándula. Lo triste del caso era que yo jamás había hojeado, siquiera, alguno de los tomos. “Sí, sí, Luz, lo que digas, lo-que-digas...”
Diferentes cubiertas del HP y la Piedra Filosofal
Llegué a mi casa y de súbito apareció en mi mente la idea de un niño que recibe una carta en la que es informado de que es un mago: Harry Potter... Tomé el ordenador y busqué el libro 1 en formato digital. Al encontrarlo lo descargué y lo metí en un aparato (así, tipo Kindle pero en chafamex) para comenzar a leerlo y una vez que leí la primera página no pude detenerme hasta llegar al final en donde me sentí recogido en una paz absoluta, delicada y sobrecogedora. Sentía que había visitado realmente Hogwarts, y que había andado detrás de Harry, Ron y Hermione por los pasillos, además de haber volado en escoba durante un partido de quidditch y de haber sido fulminado por la fría y bestial mirada de Lord Voldemort.  
Aquella noche me costó trabajo dormir. ¿Qué pasaría en el siguiente libro? Sabía que existían siete libros publicados. Sin duda, al día siguiente, descargaría el libro dos en mi aparatito para leerlo apenas tuviera un rato de tiempo libre. ¿Qué creen? No llegó el tiempo libre, no tenía, estaba en la mitad de un semestre y los trabajos llovían por todas partes, sin embargo, el misterio que guardaba La Cámara Secreta fue mucho mayor a mi sentido (dizque) de responsabilidad, y terminé, así, leyendo los siete libros de J.K. Rowling en un tiempo aproximado de seis semanas. Un récord personal.
“Sí, Luz, sí, Harry Potter esto, Harry Potter lo otro, ¿te imaginas a Harry Potter?”
En este caso, la que quizá se hartó de escucharme hablar a todo momento del niño mago fue mi amiga Luz, quien frenó mi obsesión con este personaje cuando yo ya estaba totalmente decidido en comprar un par (obviamente en mercado libre) de varitas mágicas como las que vendía Ollivander.
“Sí, Luz, es que el envío sale más barato y yo quiero la mía”, le dije.
“No, cómo crees, eso ya es mucho”, me replicó.
“Anda, así cuando seas grande, la verás y recordarás...”, insistí.  
“¡No!, pena me va a dar... cuando la vea”, concluyó.
Desde entonces quedó marcada en mi mente la bella historia de Harry Potter, y a esta, la llevaré siempre en un lugar muy especial dentro de mí.
*   *   *
"Sólo la imaginación puede atravesar el andén
9 3/4"
Ya pasaron dos años desde que conocí al niño que vivió, y hace dos semanas, de pronto sentí la necesidad de releer esos libros, y ahora sí, como buen ciudadano, compré el primero: Harry Potter y La Piedra Filosofal, de J. K. Rowling.
Antes mencioné que los libros de Harry Potter ocupan un lugar muy especial dentro de mí, o que son obras a las que quiero mucho. ¿Cuál es la razón?... Bueno, una de estas es que, para mí, aspirante a escritor, es una muestra de lo que la perseverancia es, puesto que Rowling, habiendo finalizado el primer libro después de cinco años desde que la idea se le vino a la mente, en un viaje en tren, siguió adelante con su anhelo de que Harry Potter viera la luz de los estantes, tocando puertas y buscando agentes literarios a pesar de que doce editoriales ya habían rechazado el manuscrito. Después de un largo camino de insistir e insistir, en 1996, la editorial  Bloomsbury Publishing resolvió publicar el libro.

Pero... ¿de qué trata el primer libro?
La trama es sencilla, claro, sin embargo, el realismo y la profundidad inyectados, principalmente en los personajes, y en seguida, en los escenarios hacen que uno se sienta rodeado de muros de castillo de los cuales penden antorchas.

J. K. Rowling, creadora del mundo de Harry Potter. 
Trata de Harry Potter, hijo de James y Lily Potter; ambos asesinados un día de halloween, once años antes de que su hijo se enterara de que durante todos esos años sufridos en casa de sus tíos muggles, había sido siempre un mago. ¡Y qué mago! Harry Potter era el mago que había logrado derrotar al más temido de los magos oscuros: Lord Voldemort. Y ahora tenía que ingresar en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería en donde aprendería, vería, comería, olería y temería aquello que jamás imaginó.
Allá fue Harry, el niño que vivió, a Hogwarts, el lugar en donde conocería a dos amigos con los que, por fin, podría platicar aventuras o compartir ranas de chocolate. Aquello que deseó en un pasado se hacía realidad. ¡Tenía amigos! Ron y Hermione... pero no todo era algodón de azúcar en el colegio. Canturreaba por allí el pálido de Malfoy, enemigo tácito (y a veces no tanto) de Harry; y entre sombras también, asechaba desde la lejanía el señor oscuro: Lord Voldemort...
Hace once años, una fuerza desconocida hizo que Harry diluyera a Voldemort como humo en el aire... pero no murió, nunca fue tan humano como para morir. La prueba ahora es impedir que se apodere de la Piedra Filosofal porque si eso pasara, quizá Harry no correría tanta suerte, ni tampoco el mundo mágico.

miércoles, 18 de enero de 2012

La Resurrección de León Tolstói


Retrato de León Tolstoi por Repín
“En vano los hombres, amontonados por cientos de miles sobre un pequeño espacio de terreno, esterilizaron la tierra que los sustentaba, la cubrieron de piedra a fin de que nada pudiera germinar; en vano arrancaron hasta la última brizna de hierba; en vano arrasaron los árboles y exterminaron a los pájaros y a las bestias. Todo en vano; la primavera siempre es primavera.”*
Capítulo I

Entre juristas y libros de leyes que se empolvan por el paso de los años haciéndose inútiles... sobre un escenario que ha presenciado el servilismo más cruento de una sociedad que se regodea en su hediondo caldo de ministros elegantes e inservibles... sumergida dentro de un frasco de ineptitud destilada aparece una figura que de tan sólo verla se antoja imitada, repetida, frecuentada... en la sala de deliberaciones de un juzgado aparece la persona que ha sido encontrada culpable, siempre, de un crimen que no cometió. Así, Máslova deberá enfrentar el cargo de haber asesinado a un comerciante yendo en el siguiente convoy hacia el destierro en la cruda Siberia. Pero algo que no sabe ella en ese momento la observa uno de los jurados: Nejlúdov, primer amante... causa indirecta de su desgracia pues fue él quien le provocó la expulsión de su hogar, y de que consecutivamente, esta hubiera terminado en una casa de prostitución muchos años después de la noche en que, afuera de la parroquia, se dieron un beso que pareció de amor, pero que  en realidad, no lo fue.
Consciente de su falta y arrepentido por ella, Nejlúdov se propone resolver la causa de Máslova... llegar con ella hasta Siberia, si es necesario, sin embargo, hay un problema: él es un príncipe, miembro de la familia del Zar, aristócrata enriquecido con el trabajo de campesinos miserables quienes apenas contienen fuerza y alimento para sobrevivir. Se da cuenta, entonces, de que si quiere emprender su propósito tendrá, antes que nada, renunciar a todos los lujos con los que quizá, fue concebida su existencia tranquila, apenas turbada por los acontecimientos del “allá afuera”. Es en este momento cuando los sentimientos de toda clase le invaden en lo más hondo de su ser, algunas veces hostigándolo y tentándolo en renunciar a su nueva ideología; otras más, alentándolo a seguir, inspirándole confianza en la idea de que sus actos son de la mejor intención, y con estos, le reducirá a Máslova el dolor de su sentencia. ¡Hasta casarse con ella es una buena idea!
Inicia el traqueteo de las cadenas en los pies, el sol como brasa gigante, el vapor de sudores que mana de una colmena de hombres desfigurados y marcados por la frialdad del eco de las mazmorras. Las personas salen, menean la cabeza y los olvidan; es tan sólo un furtivo acontecimiento que despereza el día... Y Nejlúdov, allá va, siguiendo el convoy de presos que serán desterrados como basura en los confines del planeta. En este  momento inicia para él una serie de vivencias que serán tan absurdas como dolorosas; estas últimas, irán curtiéndole una mente con la que al final, logrará sopesar su propia resurrección.
“Resurrección” es la última novela con la que León Tolstói reafirmó su grandeza intelectual, no sólo en la Rusia del siglo XIX, sino en todo el mundo y en cualquier época al lograr verter en un libro la cruel realidad de una sociedad en donde se permitía que aquellos hombres llenos de vicios, defectos y pecados intentaran corregir los vicios, defectos y pecados de hombres semejantes a ellos de la forma que fuese, bajo el costo de cualquier cosa, incluso de la vida de un anciano, o la alegría de una pequeña niña. 
Novela moralista que nos hace ver el seno del problema que ha existido siempre: pecadores instruyendo cómo dejar de pecar.

Personalmente jamás había leído algo de Tolstoi, habiendo sí, escuchado de su gran estilo, fama y reconocimiento en novelas como “Ana Karenina” y “Guerra y Paz”, pero ahora, sabiendo reconocer que es un semidiós de la literatura,  sabré reconocer y recomendar aún más las sabias letras que supo transportar, como por acto mágico, del papel al corazón de un sencillo lector.

“Sentía en sí, no sólo la libertad y la fuerza y la alegría de la vida, sino también toda la potencialidad de lo bueno: se sentía bastante fuerte para realizar todo lo que de bueno y bello puede realizar un hombre. Comprendía esto y los ojos se le llenaban de lágrimas. Y eran las suyas lágrimas buenas, porque las hacía brotar el júbilo de la resurrección moral de aquel «yo» que durante tantos años había dormido en su seno: y eran quizá algo malas porque en aquel llanto había algo de enternecimiento de sí mismo al advertir que renacía su virtud.”*
Capítulo XXVIII.

*Tolstoi, León, Resurrección, Traducción de José Goñi, México, Editorial Cumbre S.A., 1985, 483 pp.

lunes, 9 de enero de 2012

El plomo del viento


Vivir en un lugar en donde prácticamente no conoces a nadie significa para mí una experiencia neutra, es decir, tanto no es agradable como tampoco perjudicial. Es cierto que esto abre la posibilidad de conocer a más personas, convivir y así formar poco a poco un nuevo círculo social, pero todo esto funciona diferente conmigo, o al menos, así ha funcionado en los últimos seis meses: diferente. Y es que hasta la fecha en mi círculo de personas afectivas tan sólo ha ingresado una persona más, y es persona es Daniel, un compañero de la carrera a quien no he visto (ni he hablado) desde diciembre pasado..., pero me estoy desviando del tema.
Lo importante es que hoy me he dado cuenta de que a pesar de haberme despedido de mi pueblo por la cuestión de los estudios superiores, y junto con esto, de mis amigos, de mis parientes, etcétera; todavía le cuesta a mi cerebro adaptarse a un cambio tan radical como este: el de vivir alejado de lo que te gustaría tener al alcance de la mano.
¿Y qué es eso?
Pues cómo me gustaría volver a estar allá en el pueblo en donde crecí, respirar su fresco viento y observar sus hermosos paisajes henchidos de verdor natural; tener guardias de veinticuatro horas en el Sistema de Protección Civil y con esto salir en auxilio de la población, choques, atropellados, heridas y demás sucesos tremendamente excitantes. Además, tener a mi lado a los compañeros de la Escuela de Enfermería: Luz, Noemí, Joana, Berenice, Aldair, Karla, Susana, a los de Protección Civil: Vega, Mike, Robert, Jorge, David... y el silencio se hace una sucesión de interminables puntos suspensivos...
¿Es esto crecer?
Esa es la respuesta que doy a todos estos cambios. “Seguramente es porque vamos creciendo” Y ya todos han tomado un camino por en que comienzan a andar con determinada resolución. Mi hermano Alejandro se va de Paramédico, Noemí aplicará a la Facultad de Enfermería y Luz quizá a la de Terapia Física. Aquí es donde difiere todo: Mi hermano, Noemí y Luz se quedan en el Estado y yo me he venido a la Capital; ellos se pueden ver con más facilidad cuando yo estoy a tres horas de camino sin contar el altísimo costo del viaje. Sí, los extraño y los extrañaré muchísimo hasta que me canse, quizá, de extrañarlos. Y una vez más me pregunto:
¿Es esto crecer?
¿Crecer significa perder de alguna forma a las personas que se implantaron tan profundamente en tu miocardio, tan es así que el más nimio tirón provoca un dolor tan profundo y paralizante que es preciso volver la mirada para robarnos un segundo más de recuerdo?
¿De verdad es esto crecer?
He dicho al principio que sólo terminaré la carrera y de vuelta me voy derechito a mi pueblo. Por allá hay trabajo (y espacio). Allá está mi nido, allá están mis recuerdos, allá está mi vida.
Quizá..., quizá mi abue dice la verdad y mi cordón umbilical allá lo fueron a enterrar: en el suelo de San Pedro Arriba.
5a Sección
Fotografías: ©Salvador Bermúdez