miércoles, 18 de enero de 2012

La Resurrección de León Tolstói


Retrato de León Tolstoi por Repín
“En vano los hombres, amontonados por cientos de miles sobre un pequeño espacio de terreno, esterilizaron la tierra que los sustentaba, la cubrieron de piedra a fin de que nada pudiera germinar; en vano arrancaron hasta la última brizna de hierba; en vano arrasaron los árboles y exterminaron a los pájaros y a las bestias. Todo en vano; la primavera siempre es primavera.”*
Capítulo I

Entre juristas y libros de leyes que se empolvan por el paso de los años haciéndose inútiles... sobre un escenario que ha presenciado el servilismo más cruento de una sociedad que se regodea en su hediondo caldo de ministros elegantes e inservibles... sumergida dentro de un frasco de ineptitud destilada aparece una figura que de tan sólo verla se antoja imitada, repetida, frecuentada... en la sala de deliberaciones de un juzgado aparece la persona que ha sido encontrada culpable, siempre, de un crimen que no cometió. Así, Máslova deberá enfrentar el cargo de haber asesinado a un comerciante yendo en el siguiente convoy hacia el destierro en la cruda Siberia. Pero algo que no sabe ella en ese momento la observa uno de los jurados: Nejlúdov, primer amante... causa indirecta de su desgracia pues fue él quien le provocó la expulsión de su hogar, y de que consecutivamente, esta hubiera terminado en una casa de prostitución muchos años después de la noche en que, afuera de la parroquia, se dieron un beso que pareció de amor, pero que  en realidad, no lo fue.
Consciente de su falta y arrepentido por ella, Nejlúdov se propone resolver la causa de Máslova... llegar con ella hasta Siberia, si es necesario, sin embargo, hay un problema: él es un príncipe, miembro de la familia del Zar, aristócrata enriquecido con el trabajo de campesinos miserables quienes apenas contienen fuerza y alimento para sobrevivir. Se da cuenta, entonces, de que si quiere emprender su propósito tendrá, antes que nada, renunciar a todos los lujos con los que quizá, fue concebida su existencia tranquila, apenas turbada por los acontecimientos del “allá afuera”. Es en este momento cuando los sentimientos de toda clase le invaden en lo más hondo de su ser, algunas veces hostigándolo y tentándolo en renunciar a su nueva ideología; otras más, alentándolo a seguir, inspirándole confianza en la idea de que sus actos son de la mejor intención, y con estos, le reducirá a Máslova el dolor de su sentencia. ¡Hasta casarse con ella es una buena idea!
Inicia el traqueteo de las cadenas en los pies, el sol como brasa gigante, el vapor de sudores que mana de una colmena de hombres desfigurados y marcados por la frialdad del eco de las mazmorras. Las personas salen, menean la cabeza y los olvidan; es tan sólo un furtivo acontecimiento que despereza el día... Y Nejlúdov, allá va, siguiendo el convoy de presos que serán desterrados como basura en los confines del planeta. En este  momento inicia para él una serie de vivencias que serán tan absurdas como dolorosas; estas últimas, irán curtiéndole una mente con la que al final, logrará sopesar su propia resurrección.
“Resurrección” es la última novela con la que León Tolstói reafirmó su grandeza intelectual, no sólo en la Rusia del siglo XIX, sino en todo el mundo y en cualquier época al lograr verter en un libro la cruel realidad de una sociedad en donde se permitía que aquellos hombres llenos de vicios, defectos y pecados intentaran corregir los vicios, defectos y pecados de hombres semejantes a ellos de la forma que fuese, bajo el costo de cualquier cosa, incluso de la vida de un anciano, o la alegría de una pequeña niña. 
Novela moralista que nos hace ver el seno del problema que ha existido siempre: pecadores instruyendo cómo dejar de pecar.

Personalmente jamás había leído algo de Tolstoi, habiendo sí, escuchado de su gran estilo, fama y reconocimiento en novelas como “Ana Karenina” y “Guerra y Paz”, pero ahora, sabiendo reconocer que es un semidiós de la literatura,  sabré reconocer y recomendar aún más las sabias letras que supo transportar, como por acto mágico, del papel al corazón de un sencillo lector.

“Sentía en sí, no sólo la libertad y la fuerza y la alegría de la vida, sino también toda la potencialidad de lo bueno: se sentía bastante fuerte para realizar todo lo que de bueno y bello puede realizar un hombre. Comprendía esto y los ojos se le llenaban de lágrimas. Y eran las suyas lágrimas buenas, porque las hacía brotar el júbilo de la resurrección moral de aquel «yo» que durante tantos años había dormido en su seno: y eran quizá algo malas porque en aquel llanto había algo de enternecimiento de sí mismo al advertir que renacía su virtud.”*
Capítulo XXVIII.

*Tolstoi, León, Resurrección, Traducción de José Goñi, México, Editorial Cumbre S.A., 1985, 483 pp.

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