lunes, 9 de enero de 2012

El plomo del viento


Vivir en un lugar en donde prácticamente no conoces a nadie significa para mí una experiencia neutra, es decir, tanto no es agradable como tampoco perjudicial. Es cierto que esto abre la posibilidad de conocer a más personas, convivir y así formar poco a poco un nuevo círculo social, pero todo esto funciona diferente conmigo, o al menos, así ha funcionado en los últimos seis meses: diferente. Y es que hasta la fecha en mi círculo de personas afectivas tan sólo ha ingresado una persona más, y es persona es Daniel, un compañero de la carrera a quien no he visto (ni he hablado) desde diciembre pasado..., pero me estoy desviando del tema.
Lo importante es que hoy me he dado cuenta de que a pesar de haberme despedido de mi pueblo por la cuestión de los estudios superiores, y junto con esto, de mis amigos, de mis parientes, etcétera; todavía le cuesta a mi cerebro adaptarse a un cambio tan radical como este: el de vivir alejado de lo que te gustaría tener al alcance de la mano.
¿Y qué es eso?
Pues cómo me gustaría volver a estar allá en el pueblo en donde crecí, respirar su fresco viento y observar sus hermosos paisajes henchidos de verdor natural; tener guardias de veinticuatro horas en el Sistema de Protección Civil y con esto salir en auxilio de la población, choques, atropellados, heridas y demás sucesos tremendamente excitantes. Además, tener a mi lado a los compañeros de la Escuela de Enfermería: Luz, Noemí, Joana, Berenice, Aldair, Karla, Susana, a los de Protección Civil: Vega, Mike, Robert, Jorge, David... y el silencio se hace una sucesión de interminables puntos suspensivos...
¿Es esto crecer?
Esa es la respuesta que doy a todos estos cambios. “Seguramente es porque vamos creciendo” Y ya todos han tomado un camino por en que comienzan a andar con determinada resolución. Mi hermano Alejandro se va de Paramédico, Noemí aplicará a la Facultad de Enfermería y Luz quizá a la de Terapia Física. Aquí es donde difiere todo: Mi hermano, Noemí y Luz se quedan en el Estado y yo me he venido a la Capital; ellos se pueden ver con más facilidad cuando yo estoy a tres horas de camino sin contar el altísimo costo del viaje. Sí, los extraño y los extrañaré muchísimo hasta que me canse, quizá, de extrañarlos. Y una vez más me pregunto:
¿Es esto crecer?
¿Crecer significa perder de alguna forma a las personas que se implantaron tan profundamente en tu miocardio, tan es así que el más nimio tirón provoca un dolor tan profundo y paralizante que es preciso volver la mirada para robarnos un segundo más de recuerdo?
¿De verdad es esto crecer?
He dicho al principio que sólo terminaré la carrera y de vuelta me voy derechito a mi pueblo. Por allá hay trabajo (y espacio). Allá está mi nido, allá están mis recuerdos, allá está mi vida.
Quizá..., quizá mi abue dice la verdad y mi cordón umbilical allá lo fueron a enterrar: en el suelo de San Pedro Arriba.
5a Sección
Fotografías: ©Salvador Bermúdez

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